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Un Rey para Roma

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Idealización de los siete reyes de Roma.

Siguiendo con la serie sobre la Historia de Roma, nos habíamos quedado en el Rapto de las Sabinas, y el inicio de la nueva ciudad bajo la forma primero de diarquía entre el propio Rómulo y el rey sabino Tito Tacio, y tras la muerte de este, bajo una monarquía. No vamos a nombrar cada rey romano, aunque sean solo siete, y escribir sobre qué hicieron, ese no es el estilo de La RomaPedia; analizaremos por encima el periodo monárquico, destacando sus semejanzas y rarezas, y dejando que seáis vosotr@s, si os interesa, quienes pidais más información o preguntéis las dudas que os surjan. La
monarquía romana abarca oficialmente del 753 a.C hasta el 509 a.C; y es el periodo en el que se asientan las bases de Roma en todos sus aspectos, desde las diferenciaciones entre Patricios y Plebeyos, hasta el establecimiento del dogma religioso. Es una época en la que nos movemos con pocas luces, sin autores directos que vivieran como protagonistas lo que ocurre, y a decir verdad, ni los propios romanos cuando escribían su historia, se enteraban muy bien cómo sucedió este periodo, y en las fuentes se entremezclan los datos reales, los falsos, los equivocados y las leyendas fantásticas.

Representación de una silla curul en una moneda romana

La monarquía romana era electiva; no existía una linea sucesoria, aunque hacia el final parece que se sucedieron familiares. Que sea electiva no significa que cualquiera era rey; primero el candidato debía ser seleccionado por el Senado, que por su propia naturaleza y forma de proceder, escogía a los candidatos entre sus propias filas. Una vez escogido, se presentaba ante la Comitia Curiata (asamblea en el que el pueblo vota por clases sociales, que se crean bajo Rómulo) para que fuera ratificado como candidato (efectivamente, solo se ratificaba como candidato en este momento) ¿y eso? Pues porque quien elegía a los reyes no era el pueblo, eran los dioses, y tras observar las señales y augurios, solo entonces, el candidato elegido por el Senado, ratificado por el pueblo, era elegido por los dioses como nuevo Rey de Roma. Una vez escuchado a los dioses, la Comitia Curiata votaba una lex curiata impero por la que se confirmaba la elección y se entregaba el poder de forma legal. Un proceso largo, sin duda lleno de movimientos dentro del Senado para “apoyar” al hombre más idóneo (para Roma, o solo para parte ella). Para gestionar esos procesos y no dejar a Roma sin gobierno el propio Senado se organizaba un Interregnum; se nombraban varios encargados (interrex) que se sucederían durante el tiempo que durase el proceso. No es un proceso original romano, el concepto tan natural como la sucesión real nace, no sin dificultades, posteriormente. Los reyes de esparta eran electivos, igual que en Cartago, y – por dar un salto en el tiempo – lo será (al principio) la realeza visigoda. Y a años luz estará el concepto de Estado como patrimonio del gobernante.

Aunque se ha barajado las distintas formas de monarquía, lo más extendido es pensar que el rey ejercía su poder de forma autoritaria, remarcando su papel como máximo poder civil, religioso y militar. El Senado, aparte de su papel en el interregnum, sería una cámara honorífica cuya función era aconsejar al rey, sin poder imponer su opinión, salvo en casos de declaraciones de guerra, en los que si era necesario el voto favorable del Senado. Es durante la monarquía cuando se establece el dogma religioso oficial de Roma, se instituyen los sacerdocios principales (salvo el de Pontificex Maximus cuyas competencias, entre otras, las acaparaba el rey), se crea el Senado (Rómulo con cien personas, luego se extendió a doscientas y finalmente quedó en trescientas), se construyen templos, edificios públicos (Tarquinio Prisco hace construir el Circo Máximo, que será durante mucho tiempo el edificio más grande del mundo conocido). Bueno ¿y esto qué significa? ¿y que supone? ¿nos lo creemos? Son preguntas geniales; las fuentes hablan de una sucesión de reyes, muy distintos unos de otros, que van sentando las bases de una ciudad fuerte y próspera. Unos son buenos y justos, otros solos piensan en guerrear, otros son asesinos despiadados… Pero no es una ciudad original, todas las instituciones, el culto, e incluso la simbología que empieza a
aparecer tiene sus paralelismos en su entorno. La ciudad es un producto de su contexto, se nutre de las mismas influencias que el resto del Lacio, se enfrenta a sus vecinos, y los extranjeros se asientan entre sus muros trayendo consigo sus productos e ideas. Las ciudades antiguas, y Roma no es una excepción, son ciudades cosmopolitas. Pese a la falta de originalidad, y posiblemente gracias a su capacidad de adaptación, Roma empieza a despuntar en la zona centro, es una ciudad fuerte y próspera, a la que no le tiembla la mano a la hora de arrasar Alba Longa – su ciudad madre – y esclavizar a su población (el rey Tulio Hostilio fue el responsable, y terminó castigado por los dioses). Aun quedaba mucho para considerarse potencia, pero si que empezaba a despuntar… y con ello, a despertar la ambición de las ciudades extranjeras más fuertes, que la veían como una posesión valiosa, una ciudad que merecía la pena poseer.

Lars Porsena, rey etrusco que conquistó Roma.

Ya vemos como Roma se alimenta de las influencias de su alrededor, poderosos eran los etruscos al norte, y poco que decir de los griegos asentados al sur. Poco a poco, a la par que asienta sus instituciones, adapta las modas, acoge a extranjeros, asimila una simbología que hará suya. Y es que los símbolos del poder se transmiten, se imponen modas extranjeras, y las ideas fluyen sin freno entre las ciudades antiguas. Por ejemplo, la toga púrpura, símbolo del poder, que solo podía llevar el rey – y durante la República los cónsules – es de origen etrusco, igual que la silla curul, las fasces… ¿un momento? La mayoría de los símbolos de poder son etruscos, y los tres últimos reyes son de origen etruscos (incluso cuatro si contamos a un tal Lars Porsenna como rey de Roma)… ¿Es posible que Roma, la poderosa Roma, la Roma que estaba llamada a dominar el mundo desde el principio, fuese ocupada por sus poderosos vecinos etruscos? ¿Y si Roma fuera una conquista etrusca? Sin duda sería un golpe muy fuerte para el orgullo romano. Pero de esto, mejor, hablamos en el siguiente capítulo, la caída de la monarquía.


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